El duro camino de un empresario en busca de financiación

Adelanto que os voy a hacer spoiler, esta historia acaba con un final feliz. Ahora bien, también os digo que durante esta historia vamos a contar momentos casi dramáticos. Prepara el pañuelo porque en España hay algunas situaciones que son para llorar. Y no, no me refiero a los políticos, me refiero a las situaciones que están viviendo los pobres empresarios.

Parece que ser que la administración se piensa que aquí todos somos Roig o Amancio, y claro, así es muy fácil ser empresario. Pero no, ser empresario es luchar día tras día por no bajar la persiana de tu negocio. Ser empresario es no dormir por las noches pensando en que tienes que pagar unas cuantas nóminas. Ser empresario es trabajar durante 24 horas los siete días a la semana. Ser empresario es negociar con clientes, con proveedores, batallar contra todo. Y ser empresario es, sobre todo, tener que buscar financiación para poder sacar adelante tu proyecto. Y es de esto de lo que os quiero hablar hoy.

Os cuento mi historia, en primera persona, para que os hagáis idea de lo que es esto. Me presento, soy Javier. Y mi delito es ser un emprendedor apasionado. Quise montar una empresa de tecnología sostenible. Porque además tengo ese toque de responsabilidad con el medio ambiente. Sobre todo desde que fui padre y me di cuenta de que a mi hija le tenía que dejar una vida mejor.

Desarrollé una startup que servía como sistema de almacenamiento de energía, pero claro, como todo en esta vida, necesitaba financiación adicional. Hablando en castellano, que es lo que me gusta, necesitaba meterle billetes para que esto funcionara.

Tres portazos en las narices

Lo primero que hice es poner en marcha un plan de negocio sólido. En mi proyecto demostraba que era una idea con garantías, con cimientos sólidos y dentro de un sector que está en pleno auge. Acudí primero a los bancos. Que es lo que se suele hacer en estas cosas, pero creo que somos demasiados ilusos.

Creía que, con mi historial financiero y la garantía de mi producto, no tendría problemas en conseguir un crédito. Sin embargo, los bancos consideraron que mi empresa aún no tenía suficientes activos como garantía y que el riesgo era elevado. Las respuestas fueron negativas o con condiciones tan estrictas que no le permitían mantener la liquidez necesaria. Unos buenos portazos en las narices que me dieron. Nunca lo olvidaré.

La segunda puerta que se me cerró fue la de acudir a fondos de inversión y capital de riesgo. Esto es algo más complicado de entender. Es como pedir a alguien privado que meta dinero en tu proyecto pero sin saber quiénes serán. Sin embargo, los inversionistas buscaban un crecimiento acelerado y querían una participación mayoritaria en la empresa, algo que no me negué, porque al final algo que es tuyo, que es como si lo has parido, deja de serlo.

Y el tercer portazo me lo dieron las administraciones. Ni ayudas del gobierno ni programas de innovación. A pesar de que su proyecto era innovador, los trámites burocráticos y los largos plazos de evaluación al final se hacen insoportables.  El acceso a esos fondos en el corto plazo es imposible. Así que con tres portazos en las narices estuve a punto de tirar la toalla, pero…

Mi salvador

Casi al borde de quedarme sin opciones, un contacto me habló de una empresa privada especializada en financiación alternativa para negocios en crecimiento. Esta empresa de nombre Findango Finance me ofrecía soluciones como líneas de crédito flexibles y factoring, lo que me permitía tener liquidez sin endeudarse excesivamente. Algo tan simple como eso.

Así pues, mucho más fácil y con la financiación asegurada, pude mantener mis líneas bancarias con disponibilidad, seguir operando y cerrar contratos que luego fueron claves Un año después, porque ya os digo que esto era solo cuestión de tiempo, mi empresa creció como la espuma y logré consolidarme en el mercado.

Y sí, siento rabia pero al mismo tiempo venganza. Porque ahora me va muy bien y no puedo olvidar lo mal que me lo hicieron pasar. Por supuesto que luego han llamado a mi puerta muchos de los que me la habían cerrado, y he sido implacable: Next.

La lección estaba aprendida. Con este trance he aprendido que la financiación no siempre viene de las fuentes tradicionales, aunque te digan que sí, y que el no tirar la toalla es clave.

Yo lo pasé muy mal, incluso de tener que irme a otro país, pero al final, si buscas asesoramiento y exploras diferentes opciones, esto te puede permitir encontrar la solución que mejor se adapta a tu negocio. Lucha por ello.

 

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