El negocio por excelencia en un país como el nuestro es el bar o restaurante. Seguro que vosotros y vosotras también lo pensáis. Y es lógico que así sea. Cuando tenemos un mínimo de tiempo libre, en el horizonte aparece la posibilidad de ir al bar a tomar algo o a comer o cenar con amigos, familiares o colegas del trabajo. Es nuestra manera de disfrutar y de sentir que estamos aprovechando ese tiempo libre del que estamos hablando. No hay país en el mundo que se pueda equiparar a España en lo que tiene que ver con su hostelería y vaya si sacamos rédito de ello.
No en vano, España es un país de bares y que no tiene comparación con el resto de Europa, tal y como viene a señalar El Blog Salmón en la noticia que os acabamos de enlazar. Tenemos 350.000 negocios de este tipo aproximadamente, lo cual supone que hay uno por cada 175 habitantes y la cantidad de personas que se dedican al sector asciende a 1’7 millones de personas. Sin duda, es un motor de la economía y no cabe la menor duda de que tenemos que proteger esta actividad para conseguir que sigamos siendo competitivos dentro del Viejo Continente.
Soy uno de esos 350.000 responsables de negocios de este tipo que hay en nuestro país. Tengo que decir que, aunque es una actividad que exige sacrificios, me gusta el mundo de la hostelería y siempre me he sentido atraído por él. Me gusta que la gente se sienta cómoda con los productos que proporciono. Estoy encantado de que se sientan como en casa. Y esa es quizá la mejor manera de explicar por qué me gusta un negocio como del que estoy hablando y que tan importante ha sido ya no para el país, sino para mi vida en particular.
Siempre he tenido claras cuáles son las claves para que un negocio de este tipo funcione, con independencia de en qué ubicación se encuentre y de la experiencia con la que cuenten sus empleados. Esas claves se corresponden más o menos con las que leí en un artículo publicado en el año 2012 por el portal web Hosteltur, que son las que siguen a continuación:
- Hay que tener una buena atención al cliente, que este se sienta atendido. Cuando es así, hay muchas más ganas de volver al bar o restaurante.
- El personal debe saber recomendar platos y vinos. Debemos tener en cuenta que no todo el mundo tiene claro lo que va a consumir y que hay que tener en consideración esa posibilidad para que los clientes no se queden en blanco.
- Si queremos hacer sentir como en casa a la gente, hay que conseguir crear un ambiente acogedor. Eso siempre es efectivo.
- Los tiempos de espera son claves. Reducirlos al máximo es fundamental porque son los que más tensión y desánimo pueden causar entre las personas que han confiado en nosotros.
- Transparencia. Si te catalogas como un restaurante de moda y luego resulta que no lo eres, se te va a ver el plumero y la gente va a sentirse realmente engañada. Como consecuencia, no van a volver a venir a verte.
- Los clientes suelen valorar la relación entre calidad y precio. Si tienes algún producto más caro pero de mejor calidad, no te preocupes porque va a ser bien recibido.
- Los baños tienen que estar tan limpios como sea posible porque es el reflejo de la apuesta por la limpieza que debe caracterizar al restaurante o bar.
- Hay que procurar que el café sea de la máxima calidad posible. Eso hará que queramos volver.
- La carta del restaurante tiene que ser clara, debe no ser demasiado larga y tiene que disponer de una identidad propia, algo que permita que nos diferenciemos del resto de negocios de nuestra competencia. Cómo hemos señalado, hay muchísimos bares y restaurantes y debemos tener algo para destacar.
- La carta de vinos debe incluir los que son de la zona y productos que ayuden a que sea variada.
Todos estos asuntos he tratado de seguirlos a rajatabla en mi bar y la verdad es que me ha ido bastante bien. Incluso con la pandemia por delante he conseguido que el negocio sea rentable y no cabe la menor duda de que eso me ha llevado una gran dosis de trabajo que he realizado con todo el placer del mundo. A pesar de las cosas que he mencionado más arriba, creo que hay una que merece la pena destacar y que no aparece en la lista de Hosteltur de la que os he hablado. Se trata de la organización y la limpieza de la cocina, que es la base para la creación de platos y tapas que sean característicos de mi bar y que cubran las expectativas de mis clientes.
Teniendo en cuenta la relevancia que tiene la cocina en el éxito de un negocio como lo es un bar, hace unos años tomé la decisión de cambiar el mobiliario de cocina del que disponía mi propio bar. Tenía que apostar por el mejor mobiliario, que fuera de acero inoxidable y que me proporcionara la calidad que estaba buscando. Me tomé bastantes semanas para pensar la decisión y finalmente elegí a Danvimet puesto que podían darme soluciones para todos y cada uno de los espacios que hay en una cocina: la zona de preparación de platos fríos elaborados, la zona de preparaciones previas, el bloque de cocción, la zona de emplatado y la zona de lavado.
Siempre he tenido la sensación de que los resultados de un bar o restaurante se desprenden en buena medida de la calidad de la cocina de la que dispone y creo que mi ejemplo es uno de los mejores. Desde que cambié mi cocina, ha crecido el volumen de facturación y, por tanto, de beneficios que tengo en mi negocio. Era uno de los objetivos que perseguía con el cambio, además de ganar comodidad en la cocina y de conseguir mejorar la calidad de los platos que se cocinaban. La verdad es que estoy bastante satisfecho con los resultados.
Un público diverso
Una de las cosas que he conseguido en los últimos tiempos es disponer de un público de lo más heterogéneo, lo que me hace llegar a muchas más personas de las que pensaba en un principio. Normalmente, mi público era de mediana edad, tanto hombres como mujeres. Pero ahora ha crecido ese volumen puesto que hay muchas más franjas de edad que constituyen mi público objetivo, incluida la de los más jóvenes, un público que es muy difícil de fidelizar y que, desde luego, implica la adopción de un reto muy grande para mi negocio.
Cómo consecuencia de todo eso, soy uno de los establecimientos más populares de la comarca en la que vivo y eso siempre es positivo. Todos los esfuerzos que he realizado a lo largo de mi vida creo que han servido para algo y la verdad es que no puedo sentirme más orgulloso de lo que he ido consiguiendo día a día. Creo que este ejemplo que estoy poniendo en este artículo puede servir de inspiración para muchas de las personas que se dedican profesionalmente al mundo de la hostelería.
Lógicamente, estamos hablando de una actividad en la que hay que ser muy meticulosos. La gente no es tonta cuando come o cuando bebe algo, así que debemos trabajar tanto como sea posible en conseguir los mejores productos y prepararlos de tal modo que vayan a causar una grata sensación entre todas aquellas personas que tomen la decisión de confiar en nosotros y consumirlos. Tenemos que hacer que la gente no se arrepienta en absoluto de haberlos elegido, porque de lo contrario, no volverá a hacerlo nunca más. Ya hemos dicho que no será por competencia.
Hay que tener en cuenta que un bar es un espacio en el que una persona espera disfrutar de su tiempo libre y, en líneas generales, pasarlo bien y olvidar la rutina diaria. Si, por el motivo que sea, no conseguimos que nuestros clientes se sientan así, vamos a tener una desventaja competitiva muy grande y que va a ser muy complicada de paliar. Por tanto, debemos hacer posible que los clientes dispongan de esa experiencia para conseguir que vuelvan a nuestro establecimiento. Esa es una inversión de presente y sobre todo de futuro para nuestro negocio.
El negocio de la hostelería no es fácil para nadie, pero hay que tener claro que el cliente siempre tiene que colocarse en el centro de cualquier estrategia en la que estemos pensando. Es la base del crecimiento a corto, medio y largo plazo. Ni que decir tiene que esto lo sabemos casi todos en la teoría, pero la práctica es lo que va a determinar el éxito de nuestra misión. Y es ahí donde no he querido fallar y donde he dado el máximo. De momento, no me he equivocado. Y tengo la certeza de que, en caso de seguir así, tampoco lo haré.